
Lleno de árboles indígenas centenarios, la vegetación crea un ambiente dinámico, con exclusivas vistas a la playa y un horizonte que visto desde las viviendas hace justicia a la propia belleza del lugar que se le podría considerar como paradisiaco.
Un total de 17 villas se alzan por encima de la cima, dibujando un paisaje que a simple vista parece fusionarse bastante bien con el entorno, ya que las viviendas están elevadas del suelo como si se trataran de casas en los árboles, con revestimientos de bambú y amplias zonas acristaladas. Todo ello queda interconectado por un sistema de pasarelas elevadas.
Al limitar la construcción de muros de hormigón y elevar las viviendas aprovechando la gran pendiente del lugar, se conserva la gran densidad de árboles y plantas tropicales creando un entorno que no deja indiferente y al que entran sin duda alguna ganas de ir visitar.

El valle es atravesado con una serie de puentes peatonales que solo se pueden cruzar a pie, se orientan exactamente norte-sur. Las viviendas se distribuyen a lo largo de los puentes y edificios, conectando todas ellas a la playa con una red de vías sobre el terreno. Al entrar en el lugar a lo largo de un puente peatonal, se encuentra uno a sí mismo inmerso en una gran cantidad de árboles de grandes dimensiones de más de 20 m de altura. Se han utilizado para su construcción materiales locales modestos, las villas son simples cajas de hormigón y vidrio envueltos por sus 4 lados con unas pantallas de bambú. Sus estrictas geometrías, acentúan la dinámica terrestre y de la selva.
